Sarah me recibe en su casa. “Esto es”, me dice mientras paseo la mirada desde la taza del váter a la pila de libros y finalmente al falso techo de madera sobre el cual se ubica su cama. Decorando la pared del fondo de esta especie de túnel de 80 cm de ancho y unos tres metros de largo hay un lienzo. Sarah tiene 28 años, es estudiante de arte y vive en el baño de invitados de una casa del barrio berlinés de Neukölln, probablemente la habitación más pequeña de la ciudad.
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