Hacía ya algún tiempo que no escribía por aquí, algo que parece que sólo sucede cuando me cabreo y entro en estado de ebullición.
Precisar una vez más que soy médico especialista en medicina familiar y comunitaria, y presto mis servicios en un centro público de la Comunidad Autónoma en la que resido.
No tengo absolutamente nada en contra de la sanidad privada y, de hecho, antes de aprobar la oposición para obtener mi plaza actual, trabajé de manera breve en un par de centros privados.
Sin embargo y a pesar de esta última afirmación, hoy me han presentado los datos de un estudio realizado por la Fundación IDIS, la cual ya merecería por si sola un post de bastante extensión, que me han irritado sobremanera.
Este estudio se elaboró a través de 1.603 llamadas telefónicas realizadas a personas mayores de 18 años, con un seguro privado de salud contratado.
La cuestión es que los resultados de este supuesto y concienzudo estudio han sido publicados durante el día de hoy en varios medios de comunicación de tirada nacional, en medio de gran loa y boato hacia los seguros privados de salud y sus beneficios de cara no sólo a los pacientes, sino también a la sociedad en general.
De acuerdo con el informe de IDIS, aquellos pacientes que disponen de un seguro privado, valoran especialmente cuando acuden a un centro médico la "rapidez y calidad" recibida.
De hecho, casi el 60% de los encuestados dicen utilizar sus seguros para la consulta con especialistas de la sanidad privada, a los cuales valoran muy por encima de los de la pública, con una "pequeña excepción", que es precisamente cuando se trata de urgencias o ingresos, en los que la sanidad pública parece imponerse claramente.
Y todo esto viene porque hace apenas unos pocos días me tocó a mi misma visitar un conocido centro de salud privado de este país, permaneciendo sentada durante alrededor de 40 minutos justo delante de la puerta de una consulta en la que trabajaba el otorrino de turno.
Durante todo ese tiempo llegué a perder la cuenta del número de pacientes que habían entrado y salido de la misma, llegando a calcular una media de aproximadamente 3 minutos entre consulta y consulta.
Tras finalizar su turno y comentando con este profesional lo que había visto, me confirmó lo que yo ya sabía por mi propia experiencia previa: "aquí pagan muy poco por paciente y hay que citar al mayor número posible si quieres realmente ganar algo".
No sólo eso, se recomienda encarecidamente prescribir el mayor número posible de pruebas diagnósticas, aunque éstas no estén motivadas por la propia historia clínica; "estás ayudando al hospital y además te ganas luego otro poco por la siguiente revisión para ver los resultados".
Además y a pesar de que lo que se está haciendo en realidad es delegar un posible diagnóstico en otro tipo de especialistas, a cambio de poder atender a 60 personas durante una tarde, y recitarlos para unos días después, los pacientes perciben "que hay más interés y se quedan más tranquilos porque se les ha hecho de todo".
Y esto si, me irrita personalmente mucho, porque precisamente los que prestamos nuestros servicios en la sanidad pública, somos criticados duramente al no prescribir tantas pruebas diagnósticas, o "ser más reacios a la derivación del paciente" (sic).
En definitiva, parece que la gente está encantada con que un especialista te vea en 3 minutos, te mande hacer mil cosas que casi con total seguridad no necesitas hacer, y tengas que volver una vez más a su consulta para que te diga lo que ya te podría haber dicho en la primera visita.
Y para esto, pagas religiosamente y de manera anual una prima que en algunos casos y dependiendo de tu edad, puede llegar a ser entre desorbitada y prohibitiva.
A mi me cuesta enormemente mover el cupo que tengo asignado y ver a todos los pacientes citados cada día, que además y por estar en un entorno rural, la mayoría son gente mayor que en muchos casos precisan visitas a domicilio, algo que la sanidad privada en muy pocos casos va a hacer.
Yo paro mi consulta, cojo el taxi que tenemos a nuestro servicio y voy al domicilio del paciente en cuestión, generalmente acompañada por una enfermera del centro. Estoy con él, lo vemos, lo escuchamos, lo atendemos, le dejamos las recetas necesarias, y volvemos si así lo requiere su patología las veces que hagan falta.
En mi consulta y a pesar de que no me pagan por volumen de pacientes citados, estoy el tiempo que tengo que estar con cada uno, y si me retraso (cosa que sucede prácticamente todos los días), los que están fuera ya saben que es precisamente porque estoy haciendo mi trabajo.
Nadie me castiga ni penaliza si mando hacer pruebas a mayores, si receto más o menos medicinas, o si derivo a mis pacientes a otros especialistas. Hago siempre lo que yo considero, en base a mis conocimientos profesionales, mi experiencia y mi código deontológico.
Intento facilitar en general la vida a la gente, no marearlos con estudios inútiles, no andarlos moviendo de aquí para allá, mojándome y responsabilizándome con un diagnóstico que firmo y suscribo en un informe que entrego a todos y cada uno de ellos (estos informes en la sanidad privada no se entregan en todos los casos, o al menos hasta la última visita, por lo que pueda pasar...).
Por un lado, me duele que la gente valore más una conversación de 3 minutos, tener que hacer una retahíla de pruebas (algunas de ellas con sus pros y sus contras), que una persona que se deja todo el tiempo del que dispone (y un poquito más) para que se vaya correctamente atendido y, en todo caso, tranquilo para su casa.
Es la pescadilla que se muerde la cola: los seguros privados de salud suben cada año un poco más sus tarifas, precisamente porque cada vez gastan más, pagan menos a sus profesionales y al mismo tiempo se embolsan suculentas comisiones de laboratorios y otros centros asociados.
Y los pacientes encantados, porque salen de consulta con mil prescripciones y necesitan 10 minutos en el mostrador de recepción para poder organizar todo lo que tienen que hacer. El año que viene pagarán un poco más y harán también alguna cosilla más, porque realmente a "quién le puede hacer daño una RMN" (sic).
En fin, me parece triste que se publiquen este tipo de cosas sin analizar realmente qué es lo que está pasando, animando de manera implícita y explícita a los lectores a contratar seguros privados de salud.
Y tiro piedras en contra de mi propio tejado, porque en teoría si se van a otro sitio no me vienen a mi, pero una todavía y a pesar de los años mantiene un mínimo de conciencia y de profesionalidad en su trabajo.
Si lo has leído hasta aquí, mi más sincero agradecimiento.