El domingo pasado me hicieron saber que me habían pillado paseando al perro lejos de casa, contraviniendo las normas que decretan que sólo se puede sacar el animal de compañía cerca del propio domicilio. Afortunadamente tenía una buena coartada para escaparme de la condena inquisitorial: ni siquiera tengo perro. (traducción en comentario 1)
#1:
El domingo pasado me hicieron saber que me habían pillado paseando al perro lejos de casa, contraviniendo las normas que decretan que sólo se puede sacar el animal de compañía cerca del propio domicilio. Afortunadamente tenía una buena coartada para escaparme de la condena inquisitorial: ni siquiera tengo perro.
Empezamos a recibir en abundancia testigos de lapidaciones contemporáneas, fruto de la paranoia de estos días de confinamiento. El padre que ha tenido que salir con su hijo autista a dar un paseo en patinete, porque el niño estaba teniendo una crisis nerviosa asfixiado por la reclusión, y que ha recibido todo tipo de improperios proferidos desde los balcones cercanos. La mujer que ha ido a llevar comida a su madre anciana y que, volviendo a casa, ha sido increpada por algún espía rabioso. Gente que se dedica a contar cuántas veces sale a comprar su vecino, o la distancia que recorre con su perro, individuos que observan en qué contenedor se depositan la basura, para averiguar si había alguno más cercano a la casa del posible transgresor y poder, así, señalar con el dedo acusador. Un político filmado mientras cruza la calle para ir a hacer la compra con su pareja, como si estuviera cometiendo un crimen inconfesable.
Circulan videos de agentes del orden público excediéndose, bofetadas con la mano abierta en toda la cara, detenciones con un uso excesivo de la fuerza, con patadas si conviene. Se graban desde los balcones, con los teléfonos móviles de los vecinos aburridos que, ahora entusiastas, se abonan al linchamiento, haciendo escarnio y desplegando un gran repertorio de ofensas verbales contra el presunto infractor. Los Mossos hacen Tweets desde su cuenta oficial, explicando detalles morbosos de los motivos por los que algunos detenidos habían saltado el toque de queda: citas amorosas, encuentros sexuales, orgías con consumo de drogas, como si nos hubieran de importar estas particularidades y las prácticas más íntimas de nuestros conciudadanos. Cuerpos policiales que aparecen, cada día, puntualmente, a casi todos los municipios, cuando durante el resto de nuestras existencias justifican su ausencia por la falta de efectivos. El ejército desplegado, haciendo maniobras y tareas de dudosa eficacia para combatir el peligro que nos ronda. Ruedas de prensa de gobernantes con fines militares, discursos grandilocuentes con metáforas bélicas. Controlarán los movimientos de los móviles para ver si nos saltamos la cuarentena. Queremos mano dura, mucha mano dura, y les damos carta blanca.
Medios de comunicación exaltados. Cuanto más histriónico y alarmista sea el mensaje, más audiencia. Esta tendencia se replica en las redes: si quieres que tu tuit circule, augura muchos muertos. Si quieres que tu vídeo sea visto y compartido, vaticina desgracias, profetiza mortandades. Por el contrario, si quieres pasar completamente desapercibido, habla de calma y de rigor, que nadie te hará ni caso. Cadenas de whatsapp nos llegan al móvil, que mi primo médico, mi conocido enfermero y mi amigo mosso me lo han dicho. Gente que no entiende absolutamente nada contribuyendo a incrementar la neurosis.
Los infectados, los apestados, queremos saber quiénes son. No sólo cuántos son, sino que son. Que nos expliquen donde viven, queremos saber si nos hemos acercado, si los hemos tocado, si nos hemos cruzado. Es el estigma del virus, como el de la peste bubónica que esparcían judíos y brujas, envenenando los pozos. Como el del sida, la enfermedad de los maricas, los yonquis, los pecadores. En un pueblo de España se ha hecho pintadas contra el primer muerto de coronavirus: culpable por haber llevado la pandemia en nuestra pequeña arcadia feliz, que creíamos inexpugnable. Han llevado el mal desde fuera, algo habrán hecho, alguna norma se deben haber saltado, porque nosotros las hemos seguido todas al pie de la letra.
No es necesario buscarlo en distopías, ni 1984 de Orwell, ni en V de Vendetta de Alan Moore y David Lloyd. No es necesario remover los libros de historia para estudiar la Inquisición o los regímenes autoritarios del siglo pasado. Es la naturaleza humana y, si no tenemos cuidado, si no somos conscientes, un día nos montarán una dictadura y la comeremos con patatas.
#5:
Putos chivatillos de los cojones, justicieros de medio pelo, estos en otra época hubiesen sido la muchedumbre que linchaba sin posibilidad de juicio.
Y luego las actuaciones de la policía son de escándalo, el otro día multaron y amenazaron a unos amigos míos por estar 5 en el tejado de su piso.... Viven juntos en el ático, no hay más vecinos en el bloque ahora mismo. Los mossos de hijo de puta no bajaron. Que vayan sembrando viento, a ver que acaban recogiendo
El domingo pasado me hicieron saber que me habían pillado paseando al perro lejos de casa, contraviniendo las normas que decretan que sólo se puede sacar el animal de compañía cerca del propio domicilio. Afortunadamente tenía una buena coartada para escaparme de la condena inquisitorial: ni siquiera tengo perro.
Empezamos a recibir en abundancia testigos de lapidaciones contemporáneas, fruto de la paranoia de estos días de confinamiento. El padre que ha tenido que salir con su hijo autista a dar un paseo en patinete, porque el niño estaba teniendo una crisis nerviosa asfixiado por la reclusión, y que ha recibido todo tipo de improperios proferidos desde los balcones cercanos. La mujer que ha ido a llevar comida a su madre anciana y que, volviendo a casa, ha sido increpada por algún espía rabioso. Gente que se dedica a contar cuántas veces sale a comprar su vecino, o la distancia que recorre con su perro, individuos que observan en qué contenedor se depositan la basura, para averiguar si había alguno más cercano a la casa del posible transgresor y poder, así, señalar con el dedo acusador. Un político filmado mientras cruza la calle para ir a hacer la compra con su pareja, como si estuviera cometiendo un crimen inconfesable.
Circulan videos de agentes del orden público excediéndose, bofetadas con la mano abierta en toda la cara, detenciones con un uso excesivo de la fuerza, con patadas si conviene. Se graban desde los balcones, con los teléfonos móviles de los vecinos aburridos que, ahora entusiastas, se abonan al linchamiento, haciendo escarnio y desplegando un gran repertorio de ofensas verbales contra el presunto infractor. Los Mossos hacen Tweets desde su cuenta oficial, explicando detalles morbosos de los motivos por los que algunos detenidos habían saltado el toque de queda: citas amorosas, encuentros sexuales, orgías con consumo de drogas, como si nos hubieran de importar estas particularidades y las prácticas más íntimas de nuestros conciudadanos. Cuerpos policiales que aparecen, cada día, puntualmente, a casi todos los municipios, cuando durante el resto de nuestras existencias justifican su ausencia por la falta de efectivos. El ejército desplegado, haciendo maniobras y tareas de dudosa eficacia para combatir el peligro que nos ronda. Ruedas de prensa de gobernantes con fines militares, discursos grandilocuentes con metáforas bélicas. Controlarán los movimientos de los móviles para ver si nos saltamos la cuarentena. Queremos mano dura, mucha mano dura, y les damos carta blanca.
Medios de comunicación exaltados. Cuanto más histriónico y alarmista sea el mensaje, más audiencia. Esta tendencia se replica en las redes: si quieres que tu tuit circule, augura muchos muertos. Si quieres que tu vídeo sea visto y compartido, vaticina desgracias, profetiza mortandades. Por el contrario, si quieres pasar completamente desapercibido, habla de calma y de rigor, que nadie te hará ni caso. Cadenas de whatsapp nos llegan al móvil, que mi primo médico, mi conocido enfermero y mi amigo mosso me lo han dicho. Gente que no entiende absolutamente nada contribuyendo a incrementar la neurosis.
Los infectados, los apestados, queremos saber quiénes son. No sólo cuántos son, sino que son. Que nos expliquen donde viven, queremos saber si nos hemos acercado, si los hemos tocado, si nos hemos cruzado. Es el estigma del virus, como el de la peste bubónica que esparcían judíos y brujas, envenenando los pozos. Como el del sida, la enfermedad de los maricas, los yonquis, los pecadores. En un pueblo de España se ha hecho pintadas contra el primer muerto de coronavirus: culpable por haber llevado la pandemia en nuestra pequeña arcadia feliz, que creíamos inexpugnable. Han llevado el mal desde fuera, algo habrán hecho, alguna norma se deben haber saltado, porque nosotros las hemos seguido todas al pie de la letra.
No es necesario buscarlo en distopías, ni 1984 de Orwell, ni en V de Vendetta de Alan Moore y David Lloyd. No es necesario remover los libros de historia para estudiar la Inquisición o los regímenes autoritarios del siglo pasado. Es la naturaleza humana y, si no tenemos cuidado, si no somos conscientes, un día nos montarán una dictadura y la comeremos con patatas.
#1#7#5#3 Es la única mierda de la que quejarse estos días por parte de los de siempre. Son siempre los mismos. Pues yo vivo en un paseo de una zona aislada del centro y no paro de ver gilipollas con el perro como si vivieran en la zona. Gente bajando por el paseo de 'la nada' con una barra de pan....Eso si, los gilipollas de siempre elevando casos particulares a generales, agarrándosela con papel de fumar y amenazando por wassap con estas mierdas >>
Putos chivatillos de los cojones, justicieros de medio pelo, estos en otra época hubiesen sido la muchedumbre que linchaba sin posibilidad de juicio.
Y luego las actuaciones de la policía son de escándalo, el otro día multaron y amenazaron a unos amigos míos por estar 5 en el tejado de su piso.... Viven juntos en el ático, no hay más vecinos en el bloque ahora mismo. Los mossos de hijo de puta no bajaron. Que vayan sembrando viento, a ver que acaban recogiendo
#4 yo estoy bastante de acuerdo. La forma más rápida de que la población admita perder libertades es que tengan miedo, mucho miedo. Llámale virus, emigrantes, paro, enemigo exterior, etc.
No creo que sea intencionado, pero seguro que parte de las libertades que se restrinjan en muchos países no se volverán a recuperar nunca por las buenas.
#13 No, es recordar pérdidas de libertad en el pasado justificadas para ganar en seguridad. Está bien prevenir heridas para luego no tener que poner la venda.
#10 Pues no sé qué decirte. Como experimento social seguro que los sociólogos tendrán mucho que decir sobre el asunto.
No te olvides que están sucediendo cosas como que los niños autistas van marcados con un brazalete porque les insultan.
Debo de vivir en un universo paralelo, porque en mi barrio hay gente echándose cervezas en la calle y nadie les multa ni les dice nada...
En fin, entiendo que hay de todo y que actitudes como las que describe también son habituales estos días. Y también me parece muy mal. Yo cuando veo gente en la calle no me voy a poner a pensar "mira qué hijo de puta", porque puede tener un motivo válido para ello. Pero claro, si lo ves con una cerveza en la mano...
#9 Afortunado. Yo vivo en el centro de la ciudad y esto parece un cuartel. A partir de las 20h si miras por la ventana hacia el Coso solo ves coches de policía, buses y taxis.
Comentarios
El domingo pasado me hicieron saber que me habían pillado paseando al perro lejos de casa, contraviniendo las normas que decretan que sólo se puede sacar el animal de compañía cerca del propio domicilio. Afortunadamente tenía una buena coartada para escaparme de la condena inquisitorial: ni siquiera tengo perro.
Empezamos a recibir en abundancia testigos de lapidaciones contemporáneas, fruto de la paranoia de estos días de confinamiento. El padre que ha tenido que salir con su hijo autista a dar un paseo en patinete, porque el niño estaba teniendo una crisis nerviosa asfixiado por la reclusión, y que ha recibido todo tipo de improperios proferidos desde los balcones cercanos. La mujer que ha ido a llevar comida a su madre anciana y que, volviendo a casa, ha sido increpada por algún espía rabioso. Gente que se dedica a contar cuántas veces sale a comprar su vecino, o la distancia que recorre con su perro, individuos que observan en qué contenedor se depositan la basura, para averiguar si había alguno más cercano a la casa del posible transgresor y poder, así, señalar con el dedo acusador. Un político filmado mientras cruza la calle para ir a hacer la compra con su pareja, como si estuviera cometiendo un crimen inconfesable.
Circulan videos de agentes del orden público excediéndose, bofetadas con la mano abierta en toda la cara, detenciones con un uso excesivo de la fuerza, con patadas si conviene. Se graban desde los balcones, con los teléfonos móviles de los vecinos aburridos que, ahora entusiastas, se abonan al linchamiento, haciendo escarnio y desplegando un gran repertorio de ofensas verbales contra el presunto infractor. Los Mossos hacen Tweets desde su cuenta oficial, explicando detalles morbosos de los motivos por los que algunos detenidos habían saltado el toque de queda: citas amorosas, encuentros sexuales, orgías con consumo de drogas, como si nos hubieran de importar estas particularidades y las prácticas más íntimas de nuestros conciudadanos. Cuerpos policiales que aparecen, cada día, puntualmente, a casi todos los municipios, cuando durante el resto de nuestras existencias justifican su ausencia por la falta de efectivos. El ejército desplegado, haciendo maniobras y tareas de dudosa eficacia para combatir el peligro que nos ronda. Ruedas de prensa de gobernantes con fines militares, discursos grandilocuentes con metáforas bélicas. Controlarán los movimientos de los móviles para ver si nos saltamos la cuarentena. Queremos mano dura, mucha mano dura, y les damos carta blanca.
Medios de comunicación exaltados. Cuanto más histriónico y alarmista sea el mensaje, más audiencia. Esta tendencia se replica en las redes: si quieres que tu tuit circule, augura muchos muertos. Si quieres que tu vídeo sea visto y compartido, vaticina desgracias, profetiza mortandades. Por el contrario, si quieres pasar completamente desapercibido, habla de calma y de rigor, que nadie te hará ni caso. Cadenas de whatsapp nos llegan al móvil, que mi primo médico, mi conocido enfermero y mi amigo mosso me lo han dicho. Gente que no entiende absolutamente nada contribuyendo a incrementar la neurosis.
Los infectados, los apestados, queremos saber quiénes son. No sólo cuántos son, sino que son. Que nos expliquen donde viven, queremos saber si nos hemos acercado, si los hemos tocado, si nos hemos cruzado. Es el estigma del virus, como el de la peste bubónica que esparcían judíos y brujas, envenenando los pozos. Como el del sida, la enfermedad de los maricas, los yonquis, los pecadores. En un pueblo de España se ha hecho pintadas contra el primer muerto de coronavirus: culpable por haber llevado la pandemia en nuestra pequeña arcadia feliz, que creíamos inexpugnable. Han llevado el mal desde fuera, algo habrán hecho, alguna norma se deben haber saltado, porque nosotros las hemos seguido todas al pie de la letra.
No es necesario buscarlo en distopías, ni 1984 de Orwell, ni en V de Vendetta de Alan Moore y David Lloyd. No es necesario remover los libros de historia para estudiar la Inquisición o los regímenes autoritarios del siglo pasado. Es la naturaleza humana y, si no tenemos cuidado, si no somos conscientes, un día nos montarán una dictadura y la comeremos con patatas.
#1 #7 #5 #3 Es la única mierda de la que quejarse estos días por parte de los de siempre. Son siempre los mismos. Pues yo vivo en un paseo de una zona aislada del centro y no paro de ver gilipollas con el perro como si vivieran en la zona. Gente bajando por el paseo de 'la nada' con una barra de pan....Eso si, los gilipollas de siempre elevando casos particulares a generales, agarrándosela con papel de fumar y amenazando por wassap con estas mierdas >>
Putos chivatillos de los cojones, justicieros de medio pelo, estos en otra época hubiesen sido la muchedumbre que linchaba sin posibilidad de juicio.
Y luego las actuaciones de la policía son de escándalo, el otro día multaron y amenazaron a unos amigos míos por estar 5 en el tejado de su piso.... Viven juntos en el ático, no hay más vecinos en el bloque ahora mismo. Los mossos de hijo de puta no bajaron. Que vayan sembrando viento, a ver que acaban recogiendo
Me parece un artículo alarmista y exagerado que critica cierto alarmismo y exageración.
Aún así, está bien escrito y es interesante. Gracias.
#4 yo estoy bastante de acuerdo. La forma más rápida de que la población admita perder libertades es que tengan miedo, mucho miedo. Llámale virus, emigrantes, paro, enemigo exterior, etc.
No creo que sea intencionado, pero seguro que parte de las libertades que se restrinjan en muchos países no se volverán a recuperar nunca por las buenas.
#8 Y yo no estoy de acuerdo Los derechos que hemos perdido es el de la libertad de tránsito , y es obvio que lo vamos a recuperar.
#10 esto no ha hecho más que empezar, y no digo en todos los países
#12 Ah bueno, pero eso es poner la venda antes de la herida.
#13 No, es recordar pérdidas de libertad en el pasado justificadas para ganar en seguridad. Está bien prevenir heridas para luego no tener que poner la venda.
Los usuarios de tarjetas prepago deben identificarse antes del 9 de noviembre (2009)
https://www.20minutos.es/noticia/454528/0/rubalcaba/tarjetas/prepago/
#10 Pues no sé qué decirte. Como experimento social seguro que los sociólogos tendrán mucho que decir sobre el asunto.
No te olvides que están sucediendo cosas como que los niños autistas van marcados con un brazalete porque les insultan.
#14 Bueno, solo haynque ver la actitid inciial de los gobiernos. "Sólo es una gripe."
Si cada persona con virus fuera un muerto viviente que come humanos la sensación sería distinta.
Basicamente lo que se conoce como la policia de balcón , la nueva especie iberica
Animales racionales, racionales e inteligentes nos llamamos, ojo : D:D
Cuanto más veo estos vídeos y noticias, más me acuerdo de Fahrenheit 451
Chivatos everywhere !
Debo de vivir en un universo paralelo, porque en mi barrio hay gente echándose cervezas en la calle y nadie les multa ni les dice nada...
En fin, entiendo que hay de todo y que actitudes como las que describe también son habituales estos días. Y también me parece muy mal. Yo cuando veo gente en la calle no me voy a poner a pensar "mira qué hijo de puta", porque puede tener un motivo válido para ello. Pero claro, si lo ves con una cerveza en la mano...
#9 Afortunado. Yo vivo en el centro de la ciudad y esto parece un cuartel. A partir de las 20h si miras por la ventana hacia el Coso solo ves coches de policía, buses y taxis.