Una explosión ensordecedora sacudió el mar. Una salva de seis cargas de profundidad levantó al submarino y lo sacó del agua, dejándolo en la superficie a merced de cuatro destructores británicos. Las hélices del U-230 rotaban al máximo de revoluciones, impulsándonos hacia delante. Durante unos segundos hubo silencio. Durante unos instantes los británicos quedaron perplejos y desconcertados. Tras lo que nos pareció una eternidad, el submarino volvió a sumergirse y descendió y descendió.
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