Nos hemos acostumbrado tanto a los sabores intensos logrados a partir de potenciadores artificiales que cada vez es más difícil que un alimento logre despertar nuestras papilas gustativas sin su ayuda. Este fenómeno, bautizado por el periodista Mark Schatzker como efecto Dorito, ya no sucede solo con la comida: acostumbrados a ver escapadas anuales a Maldivas o el Caribe, nuestras vacaciones nos parecen poca cosa, aunque las hayamos disfrutado. Las redes han cambiado nuestra forma de percibir la vida real… y la razón está en la química.
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