Aunque resulta evidente que las emociones forman parte de la naturaleza del ser humano, muchas veces son consideradas como algo ajeno a nosotros, que está fuera de nuestro control. A lo largo de la historia, pensamiento racional y emoción han sido estimados como dos procesos mentales separados y, generalmente, opuestos: la emoción ejercía un efecto negativo sobre el razonamiento y, por lo tanto, debía ser evitada si uno deseaba “pensar claramente”. Pero, ¿las emociones no encierran acaso algún valor de verdad, alguna utilidad
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