A principios de marzo de 1623 Carlos Estuardo, Príncipe de Gales y único hijo varón vivo de Jacobo I de Inglaterra se plantaba delante de las puertas de la residencia del embajador inglés en Madrid después de haber atravesado media Europa a caballo, de incógnito y con la única compañía de dos fieles servidores y del futuro Duque de Buckingham, que, aparte de ser amigo personal suyo, también disfrutaba de la condición de favorito (o valido) de su padre.
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