Pese a brillar entre las mentes más conspicuas de la creación e investigación del siglo XX, los físicos soviéticos han sido preteridos por la historia de la ciencia. Su vida se desarrolló casi en el anonimato, ahormados en una rígida burocracia que controlaba con mano férrea su trabajo, con la permanente espada de Damocles del encarcelamiento, muerte incluso, del científico y de su familia. Muchos de esos hombres yacen ahora en el cementerio Novodevichy de Moscú.
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