Una buena mañana del 2003 Juan Ignacio Vidarte, director del Guggenheim de Bilbao, se despertó con una gabarronada al frente del museo. Y esa era una de las gordas. Cristóbal Gabarrón había aparcado un Ferrari F-40, cubierto con una especie de piel de cobre, y venía acompañado por un bus repleto de periodistas venidos de Valladolid a la excursión. El coche se despega de la coraza, obra de Gabarrón, que comienza a invitar a los incrédulos turistas a dar una vuelta alrededor del Guggenheim. Unas cámaras de TVE instaladas en el interior(...)
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