Consultar el diccionario no es una acción carente de riesgos. Cansado de recibir patadas a manta y puntapiés a cascoporro, puede ocurrir que sus páginas se rebelen y encierren al consultante en un laberinto sin retorno. Las palabras, libertadoras si se las trata con mimo y seso, se transforman de repente en barras de celda carcelera.
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