Annibale Carracci había pintado un ciclo de frescos en la Capilla Herrera de Santiago de los Españoles de Roma, a comienzos de siglo XVII. La iglesia era propiedad de la corona española y estaba muy deteriorada a comienzos de siglo XIX. Por este motivo, entre 1833 y 1835 se arrancaron a stacco las pinturas, una técnica mucho más agresiva que la del strappo, usada en el siglo XX. A mediados de siglo XIX las pinturas viajan a Barcelona y en el siglo XX un grupo de ellas se trasladan a Madrid. Hoy se reúnen todos los fragmentos en una exposición.
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