Con mayor o menor éxito —dependiendo siempre de la gracia natural del conferenciante— el uso del humor es una práctica habitual en los buenos discursos políticos. Si es así, ¿no debería estar el humor más presente en el discurso político? Sin embargo, ¿qué es lo que les lleva a querer hacer reír a su público? ¿Se trata de un mecanismo para estar más relajados como oradores, o hay algo más tras esta estrategia de comunicación?
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