A principios de la década de los 70 comenzó a sonar el teléfono en la casa de una familia de origen humilde de Virginia, y desde entonces, nunca ha parado de sonar. Sorprendidos, todas las llamadas eran peticiones de la comunidad científica. Querían muestras de sangre para conocer su genética. Así fue como se enteraron que las células de su madre, quién había muerto hacía 20 años, seguían vivas.
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