Le conocían todos. Su fotografía y su nombre aparecían de manera habitual en los periódicos, sobre todo en 'L'Auto'. Por eso, cuando Mercader se presentó en las oficinas de la Gestapo, para requerir un permiso con el que poder seguir entrenando, los alemanes, información en mano, cedieron a la explicaciones de un personaje cargado de encanto.
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