(...) Es cierto que tenemos mucho miedo a fracasar, al menos en la cultura de la que nos hemos nutrido las personas de mi país y generación y, seguramente, también nuestros hijos e hijas. Pero no olvidemos que el miedo a equivocarse ha tenido, seguramente, un gran valor adaptativo para nuestra especie: es posible que los adultos que no tenían miedo a equivocarse hace 200.000 años no tuvieran mucha descendencia; pertenecemos al linaje de los que quizás no mucho, pero sí tenían algo de miedo. (...)
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