[…]Pero entonces conocí el trabajo de Cartier-Bresson y eso fue una revelación; vi que estaba siguiendo el camino equivocado. Me di cuenta de que usar una cámara con un propósito social era algo limitado. De él aprendí que la fotografía no tenía por qué tener un significado social, que una sola imagen podía sostenerse por sí misma. Renuncié a la idea de hacer fotos que tuvieran esa trascendencia social y decidí hacer cosas más personales. Me di cuenta de que la fotografía podía ser arte y, en ese sentido, me volví ambiciosa. Así que…, sí[…]
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