Esta es una pregunta que se hace muchas veces la gente de izquierdas, y su respuesta va más allá de soluciones tan socorridas y falsas como que los votantes son gilipollas o se dejan comer la cabeza por los medios de comunicación.
Por una parte, hay que tener en cuenta que la gente no vota tanto por lo que es como por lo que desea ser. Un voto es una apuesta a futuro, no un pago de una deuda pasada. Si desde tiempos del hilo negro las masas iban a ver obras de teatro sobre la vida de los nobles y no sobre la vida de los aparceros, era por eso. Y por el mismo motivo se han vendido y se venden montañas de revistas del corazón, donde un público predominantemente femenino sigue las vicisitudes amorosas y las fiestas de postín de gente que no las contrataría ni para pasear al perro.
En segundo lugar, la izquierda clásica se dirige a la clase trabajadora, mientras que la aspiración y la realidad de gran parte de las rentas más bajas es precisamente no trabajar, o trabajar menos. Parece que lo digo de coña, pero lo digo muy en serio: ¿Qué parte de los votantes no trabaja? ¿Cuántos son estudiantes o pensionistas? ¿Qué le vas a contar a esa gente del salario mínimo, las horas semanales o la diferencia entre el despido procedente o improcedente? Eso por no hablar ya de que entre las rentas bajas hay también autónomos y funcionarios, y ya sabemos lo que les preocupa a los primeros el horario y a los segundos el despido.
Por último, y para los que conocen la teoría marxista, hay que tener en cuenta que si la izquierda se dirige preferentemente a la clase trabajadora, la derecha, especialmente la más populista, se dirige a los que siendo trabajadores, o sin serlo, se dan cuenta de que su nivel de vida depende de la explotación de los trabajadores de otros países, y que si se pueden comprar cualquier cosa en el chino o en el centro comercial por cuatro duros es porque hay sitios donde se trabajan catorce horas por cinco dólares diarios. De ese modo, los pobres de aquí, perciben de algún modo que son extractores de plusvalía a nivel mundial, y con toda la lógica de la globalización se hacen, consciente o inconscientemente, de derechas.
Todo tiene su lógica.