Había un hombre –un traficante, para ser más preciso– que cruzaba todos los días de un lado al otro del muro de Berlín llevando un enorme saco de arena sobre su bicicleta. Y, por supuesto, todos los días era detenido por las autoridades, quienes rompían el saco y revolvían minuciosamente el contenido. Pese a los rigurosos allanamientos, nunca pudieron encontrar nada. Entonces, ¿qué traficaba este hombre?
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